ECUADOR
Viajamos a Quito, capital de Ecuador, para conocer la magnífica historia que hay detrás de su espectacular Iglesia de la Compañía.
Ponemos rumbo hasta la capital de Ecuador, para conocer la historia que hay detrás de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, popularmente conocida como Iglesia de la Compañía. Eso sí, no son los únicos nombres que ha tenido a lo largo de los siglos. ¡Ni muchísimo menos!
Este complejo ha llegado a ser conocido como Templo de Salomón de América del Sur o, incluso, Ascua de Oro. Lo cierto es que estamos ante un templo verdaderamente importante en Quito. De hecho, en enero de 1985 el Papa Juan Pablo II presidió una misa en esta Iglesia. Pero también fue visitada, en 2015, por el Papa Francisco, quien no dudó en rezar ante la imagen de la Dolorosa que se encuentra en ese lugar.
La Iglesia de la Compañía de Quito, a través de su historia
Para conocer su origen, debemos viajar hasta los primeros años de la colonia, coincidiendo con la llegada de la orden jesuita a estas tierras (julio de 1586). El objetivo era establecer un colegio, una iglesia y un monasterio. Debemos saber que tenían algo en contra: la gran mayoría de solares para la construcción de templos ya habían sido cedidos a otras órdenes, como los agustinos, dominicos o franciscanos, entre otros.
A pesar de todo, en 1587, el cabildo quiso ceder un terreno a los jesuitas, cerca de la Plaza Grande. Al mostrar su descontento, el responsable de la ciudad les dio un nuevo lote, ubicado en la parte sur de la Catedral. El paso del tiempo hizo que la orden lograra comprar varios solares cercanos, hasta llegar a completar una manzana.
En 1597, Francisco Ayerdi se hizo cargo de las labores de construcción del templo, contando con la ayuda tanto de José Gutiérrez como de José Iglesias. A pesar de los esfuerzos, Ayerdi no tenía los conocimientos necesarios para hacer posible esta obra. Por lo tanto, en 1605 fue reemplazado.
Entre este año y 1614, fue Nicolás Durán Mastrilli quien recibió los planos de la iglesia, por lo que empezó a ejecutarlos con ayuda de Martín de Azpitarte, arquitecto vasco. Llegado 1614, gran parte de este templo estaba abierto al culto.
En 1636, Marcos Guerra llega a Quito con la intención de hacerse cargo de las obras, por lo que no puede evitar dar ese toque renacentista que tanto apreciamos en este templo. Es él, precisamente, quien introduce en la Iglesia no solamente las cúpulas y bóvedas de cañón, sino también las capillas laterales. No podemos dejar de mencionar el púlpito y los espectaculares retablos, que pertenecen a esta época.
Jorge Vintener fue el creador del retablo mayor mientras que Leonardo Deubler construyó el pórtico en 1722. Aunque las obras se paralizaron en 1725, no fue hasta 1760 cuando Venancio Gandolfi reinició esos trabajos en la fachada, que fue terminada cinco años más tarde. No podemos dejar de mencionar la leyenda que existe sobre la figura del Rey Felipe V, que gobernaba por aquel entonces.
El monarca estaba realmente preocupado por los altos costes de esta obra. Así pues, asomado desde uno de los puntos más altos de El Escorial, miró al horizonte diciendo estas palabras: “Cuesta tanto la construcción de ese templo, que debe ser una obra monumental; entonces, deben verse desde aquí sus torres y cúpulas”. Pero lo cierto es que si por algo destaca la Iglesia de la Compañía no es solo por su tamaño, sino por la belleza que desprende.