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Pamplemousses, algo más que un jardín botánico

Una lujuriosa vegetación en el corazón de Isla Mauricio
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En medio del océano Ýndico, en el archipiélago de Masacareñas, surgió de las erupciones de un gran volcán hace más de ocho millones de años Isla Mauricio. Una isla tropical que asociamos con imágenes paradisiacas de playas de suave arena dorada bordeadas por cocoteros, con aguas que van desde el turquesa al esmeralda y espuma blanca al romper contra la barrera de arrecifes de coral pobladas por millones de peces de colores. Una isla asociada a un turismo de calidad, paraíso de los deportes acuáticos, pero que cuando uno se cansa de tanto sol y playa hay algo más. Desde una inmersión en las plantaciones de caña de azúcar del interior que surgen entre antiguos restos volcánicos; recorrer los abundantes templos hindúes a los que acuden los fieles a rezar; tomar el pulso a la capital, Port Louis, paseando por sus calles en las que conviven las huellas del colonialismo francés con los modernos centros comerciales o sencillamente mezclarse con su población amable y acogedora, una población multirracial de indios, africanos, chinos o descendiente de europeos, pero sobre todo tremendamente simpáticos, por ello no extraña que también se denomine a Mauricio como “La sonrisa del Ýndico”. Una escapada de lo más sorprendentes es la visita al Jardín Botánico de Pamplemouses, rebautizado en 1988 con el nombre de Sir Seewoosagur Ramgoolan, en honor al primer ministro que lideró la independencia de la isla, aunque los mauricianos lo siguen conociendo por su antiguo nombre. Incluso para los que no son amantes de la botánica, este jardín de renombre mundial atesora joyas de flora tropical de valor incalculable. Con más de 600 especies vegetales exóticas, decenas de variedades de palmeras como la famosa Talipot con enormes hojas de abanico y que solamente florecen una vez en su vida, a los 40 o 60 años, justo antes de morir, árboles extraños y majestuosos. Avenidas de enormes árboles de caobas que desembocan en el estanque de los Nenúfares, en el que flotan los gigantescos Victoria amazónica y a pocos metros el estanque de los Lotos, flores sagradas en algunas religiones orientales. Y entre toda esta vorágine vegetal, el castillo de Mon Plaisir, mansión colonial construida a mediados del XIX por los ingleses. Si nos acompañan niños, se van a quedar con la boca abierta al visitar el espacio destina a la fauna del país con sus las espectaculares tortugas gigantes. La entrada al jardín es gratuita y se puede visitar todos los días del año. En los días laborables lo suelen visitar algunos grupos de turistas mientras que los domingo se convierte en el lugar de paseo favorito para los habitantes de la isla.