Rafael Narbona | Fotografía cedida por la editorial Roca

Rafael Narbona: "Si tienes un cuadro de ansiedad, ir al filósofo en lugar de al psicólogo es una estupidez"

El periodista y crítico literario publica Maestros de la felicidad, un viaje por la historia de la filosofía con toques autobiográficos: "Mi libro no es de autoayuda, pero la filosofía es autoayuda de calidad".

   | 12/04/2024

Rafael Narbona solo necesita unos pocos segundos para regalarte su confianza: "Lo de mi mujer es grave, pero el pronóstico es muy bueno".

Al coger el teléfono, enseguida se pone a hablar de hospitales, de citas médicas, de quimioterapia y radioterapia. Del cáncer de su mujer, Piedad, a la que recuerda durante toda la entrevista. "Pensé que iba a perderla, y para mí lo más difícil de asumir es la pérdida de mis seres queridos".

La vida, que nunca ha sido justa repartiendo desgracias, ha querido que Rafael y Piedad atraviesen un momento delicado justo cuando él, paradójicamente, publica un libro titulado Maestros de la felicidad. Una obra que hace un particular recorrido por la historia de la filosofía, materia que Narbona ha impartido en secundaria durante 18 años. "No es una novela", señala. "Pero sí tiene una sucesión lineal los interludios, que tienen un componente autobiográfico. Van desde mi infancia hasta la actualidad".

Porque esta es también una historia de tragedias familiares y de optimismo, el lugar en el que ha decidido instalarse para el resto de su vida.

PREGUNTA. Es un libro sobre la felicidad escrito por alguien que ha sido profundamente infeliz.

RESPUESTA. He pasado por experiencias muy dramáticas. Perdí a mi padre a los nueve años, le dio un infarto. Me afectó muchísimo y caí en una especie de depresión infantil. Yo nací en el año 63, en aquella época apenas se hablaba de salud mental.

Diez años después, mi hermano se suicidó, además el mismo día que murió mi padre. No sabemos por qué, no dejó ninguna nota. Yo tenía 20 años, él tenía 20 más que yo porque era fruto de un matrimonio anterior. Desarrollé un duelo patológico por la incapacidad de asumir esas pérdidas. Me vi desbordado por la vida.

Más adelante, mi madre, que tenía alzhéimer, se vino a vivir con mi mujer y conmigo. Y, curiosamente, cuidar de ella y de mi hermana, que acabó en silla de ruedas, me sacó de la depresión en la que había caído.

He sufrido mucho, y al terminar el libro me topo con que mi mujer desarrolla un cáncer. Es de buen pronóstico pero la palabra cáncer produce un impacto brutal.

P. ¿Y qué es lo que te mantiene optimista?

R. Decía Kant que la felicidad no es un derecho, sino algo que te tienes que ganar con tus actos. La felicidad consiste en tener una conciencia satisfecha por actuar conforme a lo que te pide la razón y el corazón.

"La felicidad consiste en tener una conciencia satisfecha"

Por otra parte, creo que la felicidad no viene de acopiar bienes materiales, sino de crear vínculos afectivos, que son los que a mi mujer y a mí nos están permitiendo soportar esta situación. El ser humano necesita crear vínculos familiares, de amistad, sentirse arraigado a las cosas, tener valores de referencia, que es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Como se han desplomado las ideologías y las religiones, el ser humano se siente desorientado. Y el fanatismo, el dogmatismo, es muy peligroso.

P. No sé si tenemos tiempo, hoy en día, para cultivar los vínculos...

R. Hay que hacer un esfuerzo y administrar el tiempo con generosidad. Recuerdo a un antiguo alumno, del cual hablo en el libro, que estuvo a punto de entrar a una banda criminal, Los Miami.

A este chico, hace 15 años, le escribí una carta pidiéndole que reflexionara y que cambiara de vida. Tras tocar fondo, viendo que estaba destruyendo su vida, releyó mi carta, dejó las drogas, se puso a trabajar, hizo la carrera de Derecho, la acabó y ahora está trabajando.

Yo le he dedicado mucho tiempo a mis alumnos, y esa dedicación ha resultado ser una gran inversión. Otro de ellos, que ahora es médico, conociendo la situación de mi mujer, siempre encuentra el momento para venir a vernos.

Así que, aunque tenemos un modelo social que está creando mucha infelicidad, mucha frustración, creo que hay que hacer un esfuerzo para cultivar la amistad, el afecto, el amor y las relaciones familiares. Sin eso, el hombre está en una situación de desamparo.

P. ¿Cuál crees que es ahora el mayor enemigo de la felicidad?

R. Tal vez la soledad. Vivimos en grandes urbes, encerrados en apartamentos, en colmenas, en estados de aislamiento, y cuando se acaba la vida laboral descubres que tus hijos son casi unos desconocidos, que no has cultivado las amistades y que a los 65 años no tienes un entorno afectivo que te evite caer en un estado de soledad. La soledad no deseada se ha convertido en una epidemia que nos está llevando a la depresión y a la ansiedad.

"Sin cultivar la amistad, el afecto y el amor, el hombre está en una situación de desamparo"

Además, existe una gran preocupación por el 'yo', por el ego. Hay que salir de uno mismo. El ser humano es un animal social, y lo que está pasando es que las sociedades se están descomponiendo, atomizando, fragmentando, y esto está llevando a mucha soledad. Necesitamos crear un modelo social diferente que permita rehumanizar la vida.

P. Leía esta mañana que se está instalando en España, como ya ocurre en Estados Unidos, la idea de ir a la consulta del filósofo. Como ir al psicólogo, pero acompañar a personas desde una perspectiva filosófica.

R. Primero, a mí la palabra filósofo me suena muy grande. Me suena a Platón, a Aristóteles, a Kant... Los que escribimos ensayos somos más bien divulgadores, profesores de filosofía. Y luego, una persona que ha estudiado filosofía no tiene una formación que le permita ocupar el lugar de un psicólogo. Si tú tienes un cuadro de ansiedad, de angustia, ir al filósofo en vez de al psicólogo, sinceramente, me parece una estupidez. Lo cual no significa que algunos estén haciendo algo útil.

Otra cosa es que la filosofía se puede utilizar para humanizar la sociedad, para proporcionar felicidad, pero desde otros foros: artículos, conferencias, libros, actividades culturales... Pero un filósofo no puede ocupar el lugar de un psicólogo. En todo caso, puede realizar una tarea complementaria y con una formación específica.

P. En Maestros de la felicidad utilizas la felicidad como una herramienta de superación. ¿Tiene algo de autoayuda?

R. Es algo que me preguntan a veces y da miedo porque la autoayuda, generalmente, es un género donde proliferan los libros mediocres, con consejos banales y una prosa detestable. Entonces no, no es un libro de autoayuda.

"Mi libro no es de autoayuda, pero la filosofía es autoayuda de calidad"

Es una historia de la filosofía con un componente autobiográfico y literario, y que intenta destacar las ideas que nos ayudan a vivir mejor. Ya desde Sócrates, el objetivo de la filosofía es conseguir una vida plena, una vida con sentido, averiguar con realismo qué es lo que podemos hacer, cuáles son nuestros límites, nuestras virtudes... La filosofía no ha sido pura especulación teórica, ha tenido siempre un componente muy práctico, una dimensión muy pedagógica, que es intentar convertir a los hombres en criaturas felices y buenos ciudadanos. Lo que diría es que la filosofía es autoayuda de calidad.

P. Veo que muchos libros de autoayuda tiran de la palabra 'felicidad' en las cubiertas. ¿Se está mercantilizando la felicidad?

R. Sí. Sobre todo se está banalizando. Cuando el concepto de felicidad se entiende como un optimismo irracional y una euforia permanente, estamos más bien ante un estado patológico, un estado de inanidad mental. También ha pasado con la meditación. Yo le tengo mucho respeto, aunque nunca la he hecho, y se ha banalizado. Todas las cosas buenas están expuestas a degradarse.

En vez de perder el tiempo con libros de autoayuda que no dicen más que banalidades, mi apuesta es: si quieres ser feliz, vuelve a los clásicos.

P. ¿Por qué hay tantos libros de estoicismo? ¿Qué tiene para conectar tanto con nuestra sociedad?

R. Lo que intenta es fomentar la entereza frente a la adversidad, el afán de superación, el amar la vida y no lamentarse de las cosas que nos duelen... Se ha puesto muy de moda, sobre todo entre los ejecutivos, pero creo que también se está banalizando. Es una corriente filosófica mucho más compleja.

De entrada, el estoicismo es una filosofía conformista, de ahí que sea la filosofía de las élites romanas, de Séneca o de un emperador como Marco Aurelio. No es una filosofía que plantee un cambio social, ni siquiera es una filosofía, como el Platonismo, que pide que los sabios ejerzan el poder. El estoicismo me gusta relativamente. Me produce más simpatía Epicuro.

P. Hablando de entereza. Tú eres muy activo en redes sociales, ¿cómo es eso de compaginar Twitter con la felicidad?

R. Lo que consiguen las redes sociales es insensibilizarte a los insultos, a las calumnias, a las campañas de desprestigio... Al principio me afectaban, ahora, cuando pasan un tiempo sin insultarme, incluso lo echo de menos.

Yo he sufrido linchamientos de la extrema derecha, de la extrema izquierda y de los independentistas, que son tres cosas que no me gustan. No creo que la unidad de España sea sagrada, pero romper un Estado es peligroso, como sucedió en la antigua Yugoslavia. Y la ultraderecha me parece una desgracia a nivel planetario, con gente en el poder como Milei, Trump, Meloni o Ayuso, personas incompetentes con una filosofía detestable.

"La ultraderecha es una desgracia a nivel planetario"

Aun así, las redes sociales me ayudan a ser feliz, he conocido a gente estupenda. A raíz de contar lo de mi mujer, he hecho amistad con dos enfermeras oncológicas que nos llaman constantemente para ofrecernos su ayuda. También he hecho amistad con una profesora de Massachusetts, que le ha regalado a mi mujer dos pelucas, una de ellas natural. Por cierto, para pasar la aduana, ¡madre mía!, hemos tenido que hacer mil papeleos. O sea que las redes sociales no son un espacio tan negativo.

P. ¿Sientes la necesidad moral de pronunciarte sobre ciertos temas?

R. Sí. Hay una serie de líneas rojas, y cuando suceden cosas como lo de Gaza, permanecer en silencio es directamente inicuo. Se está cometiendo prácticamente un genocidio en directo, y eso no significa justificar lo que hizo Hamas, que fue una atrocidad. Pero lo que está haciendo Israel es un crimen contra la humanidad.

Por lo tanto, sí, un intelectual, en la medida en que tiene un pequeño o mediano eco, tiene la obligación moral de pronunciarse sobre determinados temas. A mí, por ejemplo, me preocupada mucho la posibilidad de que gobernara en España el PP con Vox. Si viene una derecha como la de Angela Merkel, no la votaría pero la aceptaría como parte del juego. Pero cuando tú ves que hay partidos que no son democráticos, que no respetan las reglas de convivencia, que fomentam el odio y la exclusión, callarte y decir que solo hablas de tus libros, de exposiciones o de películas, me parece un gesto muy obsceno.

P. Volviendo a Maestros de la felicidad, veo algún paralelismo con El infinito en un junco, de Irene Vallejo: dos libros que tratan temas a priori de nicho, pero que pueden conectar con mucha gente. ¿Era tu idea?

R. No ha sido un propósito deliberado. Este es mi séptimo libro y en todos he escrito de la misma manera, siempre me he intentado acercar a la gente.

En ese sentido, diría que más bien formo parte de una corriente, a la que también pertenece Irene Vallejo, y que es muy común en el mundo anglosajón: la alta divulgación. Ahí está, por ejemplo, Sapiens, de Harari. En Reino Unido o Estados Unidos no es una cosa nueva, pero es poco frecuente en el ámbito hispano.

Vallejo hizo algo muy interesante, que es acercar el mundo de las bibliotecas al lector común con un estilo elegante y transparente, y al mismo tiempo se ha dado la coincidencia de que los dos incluimos peripecias personales. Hay cierto parentesco entre ambos libros, pero es porque los dos escribimos en el mismo nicho.

P. Siempre me ha parecido exagerado decir que los libros salvan vidas, pero leyéndote empiezo a dudar.

R. No es en absoluto exagerado. A mí me ayudó muchísimo Etty Hillesum, una judía holandesa que murió en Auschwitz con 27 años. Escribió un diario que se descubrió 40 años después de su muerte. En vísperas de ser deportada dice que aunque muera en una semana, aunque que solo sea un cadáver en Polonia, ella seguirá proclamando que cree en la vida, que cree en el hombre, que cree en Dios y que la vida merece la pena.

"Hay libros que pueden salvar vidas. A mí me ayudó muchísimo Etty Hillesum"

Recuerdo estar muy deprimido un día, leí el diario y dije: si una persona que está a punto de morir de una manera terrible está celebrando la vida, siempre hay un camino para salir de la tristeza, de la desesperanza y el pesimismo. Así que sí, hay libros, películas, piezas musicales u obras de arte que pueden salvar una vida.

P. He leído que tienes una biblioteca con más de 10.000 libros.

R. Sí, estuve el otro día calculando y debo tener ya como 14.000 libros.

P. ¿Cómo los has calculado?

R. Vivo en un chalet muy grande. Entonces, coges una pared, cuentas los libros que hay, y como tengo libros en las tres plantas y en todas las paredes, pues haces un cálculo aproximado. Como en las manifestaciones. Lo que pasa es que yo no inflo el dato.

P. Eso te iba a decir, las cifras de las manifestaciones varían mucho dependiendo de quién las dé.

R. Aquí no hay dudas. No hay huecos en la librería. Y con todo, no es tan grande como la de Luis Alberto de Cuenca, que tiene 40.000 libros. O la de Arturo Pérez-Reverte, que también tiene 40.000. Yo ya tengo problemas de espacio.

P. Si tuvieras que quedarte solo con uno, ¿cuál sería?

R. Como me ayudó a salir de una depresión, me quedaría con el diario de Etty Hillesum. Es un canto a la vida perfecto y hermoso.

P. Así cerramos la entrevista con un libro optimista.

R. Optimista y trágico.