Cuando Truman Capote se fue a Palamós a terminar su gran obra maestra (mientras esperaba una sentencia de muerte)
En La dificultad del fantasma, Leila Guerriero rebusca entre las huellas que dejó Truman Capote en Palamós, en los días que el escritor pasó en la actual Residencia Literaria Finestres.
Leila Guerriero
Editorial: Anagrama
Año de publicación original: 2024
Asentado en una fama que le había convertido en el invitado indispensable a todas las fiestas de la jet set, Truman Capote pidió ayuda al escritor y columnista Robert Ruark para encontrar un lugar al que retirarse y escribir lejos del tintineo de los cócteles y la alta sociedad. Ruark le recomendó el pueblo de Palamós, en la Costa Brava española. Allí fue donde el norteamericano redactó gran parte de A sangre fría.
Leila Guerriero emuló el ejercicio capotiano de concentración por duplicado, desplazándose hasta allí y aprovechando la calma del lugar para poder escribir. El resultado es este La dificultad del fantasma que trata de recorrer el estilo de la obra que lo inspiró, aplicando la misma lógica que Capote utilizó para investigar y elaborar su obra, con la intención de saber más de aquellos días, casi desconocidos, de sol y mar que forjaron su más célebre novela.
Un fantasma frente al mar
Capote pasó hasta 18 meses en España. Seis meses cada año entre 1960 y 1963. La mitad del año en las costas de nuestro país, la otra mitad esquiando en Suiza. En España se alojó, más allá de una breve estancia en el Hotel Trías, en otras dos casas, una de ellas completamente perdida.
Guerriero se encontró con su Holcomb (el pueblo donde sucedieron los asesinatos narrados en A sangre fría) particular en Palamós. Muy pocos lugareños coincidieron, siquiera como niños, en el tiempo que aquel hombre pequeño y rubio compraba en la confitería Samsó, hoy desaparecida, o caminaba entre los puestos del mercado del pueblo.
En la repetición está la clave de este libro. En trazar de nuevo los pasos que llevaron hasta el lugar del que se pretende escribir. Guerriero reflexiona sobre la veracidad en el género, la rumorología y sobre uno de los momentos claves de la elaboración de A sangre fría: la espera. Capote necesitaba un final para la última parte del libro. Sabía que tarde o temprano el juez dictaría una condena de muerte, prácticamente inapelable. Aún así, necesitaba un desenlace.
Leila Guerriero nos acompaña por entrevistas y correos electrónicos que tratan de seguir los pasos fantasmales de Truman Capote
Capote pasó de escribir un libro sobre un crimen violento e inexplicable a virar hacia la historia de los dos hombres que lo perpetraron. Mantenía una relación epistolar con ambos, aprovechó su difícil infancia para generar un vínculo con ellos y permitir que le contasen detalles íntimos. Lo suficientemente íntimos como para iniciar su relato de atrás hacia adelante, desde los orígenes de Richard Hickock y Perry Smith.
No trató de justificar sus acciones, pero sí de helar la sangre de los lectores, hacerles caminar a su lado mientras compraban todo lo necesario para asesinar a la familia Clutter. De la misma forma, la escritora nos acompaña por caminos rurales, entrevistas y correos electrónicos que tratan de seguir los pasos fantasmales del escritor. En su contra la falta de interés de la propia municipalidad y las verdades a medias heredadas.
Un paisaje solitario que otros llaman 'allá'
Pero el rastro se pierde. Guerriero aprovecha entonces para reflexionar sobre cómo aquel paisaje, evocador y paradisíaco, no afectó ni permeó al texto. Cómo su autor no dejó en sus cartas más valoraciones, una información tan escasa en casi dos años de estadía en nuestro país, y apenas dos páginas en su más célebre biografía, escrita por Gerald Clarke.
En una carta fechada el 31 de julio de 1960, el escritor se dirige a Newton Arvin en una de los pocos textos en las que nuestro país es mencionado: "...aquí me tienes, floreciendo en la costa salvaje, una parte algo rara de España, que ya es un país raro de por sí". Las llanuras de Holcomb, ese "allá" indeterminado que se desgrana de su histórico comienzo, en el paisaje de Palamós, en cambio, es el encuentro del mar con la tierra.
"Aquí me tienes, floreciendo en la costa salvaje, una parte algo rara de España, que ya es un país raro de por sí"
Una estampa que atrajo a Josep Pla, Mercè Rodoreda, Gaziel, John Langdon-Davies, Tom Sharpe,Roberto Bolaño y un largo etcétera en el "el territorio más literario de Cataluña", como recuerda Toni Sala en su guía literaria de la Casa Sanià. Y que, sin embargo, no afectó a Capote.
Precisamente esta casa, que mira sobre la cala del mismo nombre, es hoy la Residència Literària Finestres. Guerriero llegó por mediación de su fundación a aquel lugar que ha contado con 58 residentes en sus dos años de historia. Nombres que abarcan desde Mariana Enriquez, hasta Irene Solào Pol Guasch, y que aprovecharon sus paredes blancas y su cercanía con el mar para acometer, apuntillar o apostrofar sus últimas obras.
Espiritismo y no ficción
La dificultad del fantasma termina por parecerse más a un cuaderno de campo sobre la investigación y la elasticidad con la que la realidad puede convertirse en relato. Guerriero trata de ver más allá de la ausencia de información y más de medio siglo, incapaz de darle continuidad a la historia de Capote.
Igual que él, queda atrapada entre la tierra y el mar, esperando a que sean los espectros quienes le permitan terminar lo empezado, llegar al final. El misticismo del autor y su total indiferencia hacia aquel lugar, disuelven la épica. En su total ausencia es cuando Guerriero se puede preguntar por ella, por saber de cuánta ficción están rellenas nuestras historias más veraces.