No leas esta extraordinaria novela si no estás dispuesto a acabar desquiciado
Gustavo Faverón Patriau construye en Minimosca un palacio infinito de historias, un universo de varios niveles de realidad en los que la ficción se diluye hasta no saber si lo que estás leyendo es cierto o no.
Gustavo Faverón Patriau
Editorial: Candaya
Año de publicación original: 2024
No vengas a leer Minimosca con una brújula. Ni vengas a lanzarte a estas páginas sin estar absolutamente dispuesto a perderte. No abras este libro si lo que quieres es no perder el norte, ser consciente de todo lo que pasa a tu alrededor, entender la trama y todas esas cosas. No te metas en este laberinto si no has asumido que es muy probable que no salgas jamás de él.
Aunque tenga apariencia de libro, 'Minimosca' es un enredo mayúsculo, un torbellino de la imaginación en el que no hay manera de agarrarse a nada
Aquí las cosas no son lo que parecen. Porque, aunque tenga apariencia de libro, Minimosca es un enredo mayúsculo. Un torbellino de la imaginación en el que no hay manera de agarrarse a nada. No hay asideros ni certezas. No hay nada físico, tangible y duradero donde atarse, como Ulises navegandopor un caladero de sirenas.
Si lo haces, si tratas de amarrarte a la realidad para no perderte en la inventiva poderosa de Gustavo Faverón Patriau, las historias que leas saltarán sobre ti, devorarán los nudos que te sujetan, te arrancarán los ojos e incluso puede que te hagan el amor antes de que entiendas qué demonios ha pasado. Si intentas colarte en Minimosca por la puerta de atrás, sin que nadie se dé cuenta, vas a salir volando por una ventana a la vista de todos, quizás en la página 57, quizás en la 400.
Un árbol infinito
No es sencillo tratar de explicar de qué va Minimosca. Aparentemente, el libro está dividido en siete relatos tan amplios que podrían considerarse algunos novelas cortas. Pero hay personajes compartidos, historias que se persiguen, hilos que suenan a algo que ya habías leído... Y el texto se va enroscando en espiral hundiendo lectores en su autofagocitación.
En la primera historia, por ejemplo, titulada El amnésico, un personaje que ha perdido la memoria trata de reconstruir su vida, pero por el camino va escuchando historias que guardan nuevas historias dentro de sí. De tal modo que la historia se convierte en un árbol con infinitas ramas por las que avanzar. Pasillos que se dejan atrás al abrir una puerta que da a otro pasillo que se deja atrás tras otra puerta que da a otro pasillo... hasta que no recuerdas de dónde venías, como el protagonista de la historia.
La historia es un árbol con infinitas ramas por las que avanzar: pasillos que se dejan atrás al abrir una puerta que da a otro pasillo que se deja atrás tras otra puerta que da a otro pasillo
Y así durante todo el libro. Subtramas que surgen de sueños, de relatos contados oralmente por personajes episódicos que aparecen y desaparecen poco después. Páginas halladas en la basura, textos aparecidos, menciones constantes a personajes reales... Marcel Duchamp, Juan Rulfo, Stephen King, Jorge Luis Borges, Cervantes, algunos de ellos solo como autores, otros en situaciones increíbles, por cierto. Y todo se explora, todo rastro se sigue hasta el final, aunque antes de llegar a él desemboque en otro rastro diferente que seguir.
También hay resúmenes de películas inventadas o reales, uno ya no sabe muy bien cómo se diferencia unas de otras... recuerdos bañados por la imaginación y delirios ahogados en la memoria. Dibujos, ideas plasmadas en gráficos básicos pintados en el libro. Y las páginas, poco a poco, se van manchando con pequeñas moscas que aparecen en los márgenes, separando capítulos, devorando la lucidez del objeto libro.
El placer de no entender
La anterior novela de Gustavo Faverón Patriau fue un rotundo éxito de crítica. Vivir abajo fue considerada para muchos como uno de los mejores libros de 2019. En Minismosca amplía esa máscara de la metanovela. Ese juego entre ficción y realidad que es capaz de diluir tan bien el autor peruano, hasta que uno no sabe qué se está bebiendo.
Esa creación de mundos alternativos, de espacios verosímiles donde puede ocurrir lo inverosímil, ese construir realidades tan vividas como la verdadera realidad, es un signo de fábrica de Faverón Patriau. Por eso escoge autores de ficción y los convierte en personajes ficticios, de manera que se crean varios planos de verdad: los mundos que esos autores crearon, las personas que en realidad son y la vida que les hace vivir esta novela.
La lectura de 'Minimosca' es un disfrute definitivo y en esencia, e intentar entenderla es perder niveles de placer
Así, en esa ciudad futurista repleta de niveles por los que asciende o se desliza Minimosca, el lector persigue una verdad que en realidad es inalcanzable, porque es diáfana y total. Por eso, tratar de entenderla, de darle forma, de ser consciente de la historia que te están contando, de leer con brújula, es una pérdida de tiempo. Porque la lectura de esta novela es un disfrute definitivo y en esencia, e intentar entenderla es perder niveles de placer.
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