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¿CÓMO SON?
Un grupo de expertos analiza los trastornos mentales detrás de los famosos personajes de cuentos populares.
Podríamos decir que todo comenzó en 1937 cuando Disney estrenó Blancanieves en cines y surgió una historia de amor/odio con las princesas de los cuentos populares. Aunque también podríamos decir que todo empezó hace pocos años, cuando los científicos pusieron estas historias en el foco de la conducta social.
Ejemplo de ello es un estudio de la Universidad de California, Davis,en el que los autores, liderados por Jane Shawcroft, señalan que las princesas de Disney no perjudican la relación que los más pequeños tienen con sus cuerpos.
"La gente es crítica con las princesas de Disney – señala Shawcroft -. Pero hay que hacer un análisis más profundo. Las princesas con un tamaño corporal promedio, como Moana, crearon un efecto protector, fortaleciendo la confianza que los niños sienten sobre sus propios cuerpos y liberándolos para jugar de diferentes maneras".
Otro estudio, desarrollado por la Eastern University de Kentucky, se centró en la salud mental de las princesas de Disney. Y en sus estereotipos. De acuerdo con su autora, Hannah Tanner, la pionera de este universo (Blancanieves) "puede clasificarse como una persona con trastorno de estrés postraumático. La princesa cumple con los ocho criterios enumerados en el DSM-V (LA guía sobre trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría). En primer lugar, experimenta directamente un evento traumático relacionado con una experiencia cercana a la muerte por el cazador enviado por su madrastra que la persigue y casi la mata".
También está Cenicienta que, según el análisis de Tanner, puede clasificarse como una persona con trastorno de personalidad dependiente (TPD), uno que en los manuales también es conocido como "síndrome de Cenicienta": una mujer que necesita sentirse protegida por un hombre.
Luego Tanner analiza a Aurora, la protagonista de la Bella Durmiente, quien tendría síndrome de Kleine-Levin, también conocido (vaya sorpresa) como "síndrome de la Bella Durmiente". Se caracteriza por periodos de constante somnolencia que se alternan con otros de dormir hasta 18 horas seguidas.
Tampoco se salva Frozen en este catálogo realizado por Tanner. A Anna se le puede diagnosticar un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), mientras que "Elsa muestra conductas que cumplen los criterios del trastorno de personalidad por evitación", señala el estudio.
Ahora un nuevo estudio ha profundizado más aún en la salud mental de las princesas Disney. Liderado por Sanne van Dijk y publicado en el British Medical Journal, este no es tan benévolo como el primero de los mencionados y tampoco se limita a relacionar un trastorno con un personaje.
El equipo de van Dijk afirma que, aunque las princesas de Disney parecen vivir felices para siempre, enfrentan serios riesgos de salud en el mundo real. Y por ello piden a Disney que considere estrategias como la atención plena y las medidas de protección personal para mejorar el bienestar de las princesas y ayudarlas a comenzar a vivir de manera saludable para siempre.
Blancanieves es la "princesa más bella de todas", pero como criada de su malvada madrastra, las oportunidades de interacción social son extremadamente limitadas, lo que la pone en riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, depresión, ansiedad y muerte prematura, explican los autores.
La princesa Jasmine de Aladdin, por su parte, también corre el riesgo de sufrir los efectos de la soledad en la salud, ya que crece dentro de las paredes de su palacio sin ningún amigo, señalan los autores, todos de la Universidad Twente, en los Países Bajos. Algo similar le ocurre a Mulan, una princesa celebrada como una guerrera que salva el imperio de China, pero que sufre repetidamente la presión de su familia para defender su honor. "Las mujeres que enfrentan violencia basada en el honor – añade van Dijk - pueden experimentar mayores niveles de mala salud mental al ser obligadas a vivir una vida que no eligieron".
En La Bella durmiente, el "sueño infinito" de Aurora conlleva riesgos de enfermedades cardiovasculares, derrame cerebral, obesidad y diabetes, mientras que el reposo prolongado en cama está vinculado a un mayor riesgo de úlceras por presión y atrofia muscular. Y es que el equipo de van Dijk no solo se ha centrado en la salud mental de estos personajes. También en su salud física.
En La Bella y la Bestia, por ejemplo, el contacto cercano con la Bestia expone a Bella a muchas enfermedades infecciosas potencialmente mortales, como la brucelosis o la rabia. La exposición continua de Cenicienta, por un lado a las cenizas y por otro a la purpurina de su hada madrina (básicamente, microplásticos recubiertos de aluminio, que pueden penetrar el tejido pulmonar humano), pone en riesgo de desarrollar enfermedades pulmonares. "En lugar de un príncipe – afirma el estudio - Cenicienta necesita una terapia respiratoria constante para vivir feliz para siempre".
Otro ejemplo de desastre a punto de producirse, según van Dijk, es cuando Pocahontas se lanza por una cascada, durante nueve segundos. Esto equivale, si hacemos los cálculos, a una altura de más de 250 metros algo que "dejaría a Pocahontas con una sinfonía de fracturas en lugar de una melodía armoniosa con la naturaleza", concluye el estudio.
Por último, los autores advierten que es probable que los folículos pilosos de Rapunzel hayan resultado dañados por tirones excesivos y repetitivos de su larga trenza, una afección conocida como alopecia por tracción, que puede provocar dolor de cabeza y pérdida permanente del cabello.
"Disney debe considerar intervenciones para superar estos desafíos de salud, incluyendo la atención plena y la psicoterapia, la capacitación sobre la convivencia con animales y las medidas de protección personal contra agentes infecciosos y partículas tóxicas – concluye el estudio -. Solo entonces las princesas de Disney podrán comenzar a vivir de manera saludable para siempre". La otra posibilidad es que los adultos les expliquemos a los más pequeños que se trata de fábulas, cuentos que pueden dejar una moraleja, pero no forman parte de la vida real. Tanto como los animales que hablan, las tazas que cantan o los espejos mágicos.