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Catedral de Río de Janeiro: por qué se construyó y se dedicó a San Sebastián

Viajamos a la ciudad brasileña de Río de Janeiro para conocer la historia que esconde su sorprendente Catedral Metropolitana.

Catedral de Río de JaneiroImagen de Phil Whitehouse en Wikipedia, licencia: CC BY 2.0

Es el momento más que perfecto para poner rumbo a Río de Janeiro, una de las ciudades más visitadas de Brasil. Allí encontramos un gran número de monumentos, como es el caso del Cristo Redentor, pero también diversas construcciones que sorprenden a quien decide visitarlos. Un ejemplo es la Catedral Metropolitana de Río de Janeiro.

Se trata de una catedral católica que está dedicada a San Sebastián, patrono de la ciudad brasileña de Río de Janeiro. Este impresionante templo, que es sede de la arquidiócesis de la ciudad, fue construido entre 1964 y 1979. Se trata de una obra de Edgar de Oliveira da Fonseca, reconocido arquitecto.

Fonseca, que era alumno Oscar Niemeyer, diseñó una impresionante iglesia cuya planta circular no era para nada similar a las iglesias tradicionales pero, a su vez, era de lo más funcional. Al fin y al cabo, podían entrar 5.000 personas sentadas y hasta 20.000 personas de pie. Es más, desde cualquier punto del interior, tienes una visión prácticamente completa.

El emplazamiento escogido no es casualidad, puesto que en ese mismo lugar se encontraba la Iglesia de la Virgen del Carmen, que databa del siglo XVII. El objetivo era sustituir este templo como sede de la archidiócesis, para consagrarlo al patrón de la ciudad que es San Sebastián.

Catedral de Río de Janeiro | Imagen de fab de nice en Wikipedia, licencia: CC BY 2.0

Como era de esperar, su construcción no estuvo exenta de polémica por su estilo vanguardista. De hecho, muchos habitantes de Río de Janeiro mostraron su desacuerdo con estas obras. Entre otras cuestiones, aseguraban que su carácter frío y sobrio no tenía nada que ver con esa alegría que tantísimo les caracteriza.

Esta Catedral cuenta con una forma cónica que nos recuerda a una pirámide precolombina. Tiene una altura de unos 100 metros, y un diámetro similar. No pasa desapercibido su campanario, que parece una torre de red eléctrica. Solamente es distinguible por la cruz que podemos encontrar en la parte más alta.

A pesar de lo que pueda parecer por su apariencia, su interior es verdaderamente increíble. Sobre todo por esa luz que traspasa las vidrieras, que parecen cuatro impresionantes lienzos de cristal. Con ellos se reflejan los cuatro atributos de la Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica. Al recorrer las paredes, desde el techo hasta el suelo, nos regala claridad, calor y muchísimo color. Por lo tanto, estamos ante un juego lumínico que, desde luego, no deja indiferente a nadie.

Interior de la Catedral de Río de Janeiro | Imagen de chensiyuan en Wikipedia, licencia: CC BY-SA 4.0

Al no encontrar columnas, todo el peso está sostenido en los muros exteriores. La sensación de amplitud, inevitablemente, es máxima. Por lo tanto, se pueden tomar fotografías en las que se aprecia esa belleza tan peculiar que tantísimo les caracteriza. No podemos dejar de mencionar que en el sótano de esta construcción se encuentran una serie de objetos de arte sacro y de la Familia Real de Brasil. Un claro ejemplo lo encontramos, precisamente, en el trono de Don Pedro II, último Rey de Brasil. ¡Muy curioso!