FRANCIA
Es el momento de conocer la sorprendente historia que esconde la Catedral que encontramos en Quimper, Francia. ¡No te dejará indiferente!
Viajamos hasta Quimper, población bretona que podemos encontrar en Francia. Es el momento más que perfecto para conocer la historia que hay detrás de la Catedral de Saint-Corentin. Para comenzar, debemos tener en cuenta que para su construcción se escogió un lugar muy específico.
Y es que allí se encontraba nada más y nada menos que la Iglesia de Nuestra Señora, de estilo románico, que fue construida en el siglo XI. Lo cierto es que esta Catedral es una de las tres de estilo gótico que podemos ver en Bretaña, junto a las que están ubicadas en las ciudades de Tréguier y Saint-Pol-de-Léon.
La Catedral de Quimper, a través de su historia
Para conocer su origen, debemos viajar al año 1239. Por aquel entonces, el obispo Rainaud, canciller de Pedro I (duque de Bretaña) ordenó su construcción. Aunque las obras comenzaron con buen ritmo, lo cierto es que se sucedieron un gran número de dificultades a nivel financiero, técnico y, sobre todo, político.
Recordemos que el siglo XIV fue complejo, entre otras cuestiones, por las Guerras de Sucesión de Bretaña. Las obras del coro terminaron en 1300, aunque se consagró en 1287. Es más, hasta 1410 y coincidiendo con el reinado del duque Juan V, no estuvo abovedado.
En cuanto a la fachada, debemos saber que la primera piedra fue colocada en 1424, y las obras duraron unos 28 años. Las cúpulas que encontramos en la nave, parte fundamental de esta construcción, fueron colocadas en el sitio en el que se encuentran actualmente entre los años 1486 y 1493.
Una etapa a destacar es la que coincide con la Revolución francesa, puesto que la Catedral de Quimper sufrió una enorme transformación, dedicándola a la Razón. Desde los muebles hasta las estatuas pasando por los objetos más valiosos fueron quemados. Hasta el Concordato de 1801, el edificio no volvió a ser utilizado con fines religiosos. En ese momento se retomaron las obras que quedaron pendientes.
En el siglo XIX monseñor Graveran, obispo de Quimper, quiso reemprender un proyecto muy especial: el de las agujas que habían sido esbozadas previamente por Claude de Rohan. Para poder conseguir la financiación que necesitaban, hizo una imposición a los fieles. ¿En qué consistió? En una contribución de un sueldo (unidad monetaria de aquel entonces) por cinco años.
Gracias a esta drástica decisión, se realizaron una serie de modificaciones, y se dieron por concluidas las agujas en 1854. Además, se creó una escultura de Gradlon, quien fuera coronado en el año 388 como rey de Cornouaille. Lo cierto es que esta Catedral, que fue consagrada a San Corentín (patrón de Quimper y primer obispo de la ciudad) ha sido objeto de numerosas restauraciones por parte del Ministerio de Cultura del país. Y todo por su gran importancia histórica y arquitectónica.