EGIPTO
Es el momento de conocer la historia del Obelisco de Luxor. ¿Por qué fue trasladado a la ciudad de París? ¡Te contamos todos los detalles!
Ponemos rumbo a la ciudad de París, donde encontramos uno de los monumentos más significativos y sorprendentes del país. Estamos hablando, cómo no, del Obelisco de Luxor. Se trata de un elemento que pertenece al Templo de Luxor, de la antigua Tebas, en Egipto.
Se tomó la decisión de colocarlo en el mismo centro de la Plaza de la Concordia parisina, allá por el año 1836. El paso del tiempo hizo que se convirtiera en uno de los monumentos más destacados de la capital de Francia. Tanto es así que, en el año 1937, fue catalogado como Monumento Histórico.
El Obelisco de Luxor, a través de su historia
Para comenzar, debemos saber el motivo por el que este monumento terminó en la ciudad de París. Para ello, tenemos que tener en cuenta que Mehmet Alí, virrey de Egipto, ofreció tanto a Carlos X como a Francia los dos obeliscos erigidos frente al Templo de Luxor. Bien es cierto que solo el de la derecha mirando al templo fue retirado y transportado hasta el país galo. El segundo en cuestión, permaneció en su lugar de origen y, oficialmente, fue el presidente François Mitterrand quien lo devolvió a Egipto.
En 1845, Luis Felipe I, a cambio de estos imponentes obeliscos, tomó una decisión. ¿En qué consistió? En regalar a Egipto un espectacular reloj de cobre que, en la actualidad, seguimos viendo en la ciudadela de El Cairo. Un dato curioso es que este reloj jamás llegó a funcionar, por lo que se cree que sufrió daños durante el proceso de entrega.
¿Cómo fue el histórico traslado de Tebas a París?
El ingeniero de la Marina Nacional Francesa, Armand Florimond Mimerel, fue quien se encargó de elaborar los planes de retirada del obelisco. La revolución de 1830 puso este proyecto en jaque, pero fue en noviembre de ese mismo año cuando Mehmet Alí confirmó que iba a hacer efectivo este regalo. Champollion tuvo el privilegio de escoger cuál de los dos se transportaría primero hasta París, escogiendo el que estaba a la derecha según se entraba al palacio.
Para poder llevar a cabo este viaje, se construyó una embarcación específicamente para ello, llamado el “Louxor”. Éste zarpó en Tolón en abril del año 1831, alcanzando el Nilo en agosto. Debemos tener en cuenta que estamos ante una barcaza, de un solo uso y de construcción inusual, cuyas dimensiones fueron establecidas teniendo en consideración los puentes erigidos sobre el río Sena. Tras alcanzar la máxima aproximación al obelisco por la excavación de un canal, el monumento se embarcó en el “Louxor” el 19 de diciembre.
Tuvieron que pasar varios meses hasta que a mediados de agosto, la crecida del Nilo, permitió que este barco pudiera flotar. El “Louxor” abandonó Tebas un 25 de agosto de 1832 y alcanzó Rosetta el 2 de octubre, donde quedó bloqueada por varios bancos de arena. El 1 de enero de 1833, la barcaza puso rumbo a Alejandría. Tuvieron que dejar que las tormentas de invierno pasaran hasta que el 1 de abril siguieron su rumbo.
Una travesía que duró varios meses, y tras haber rodeado la Península Ibérica, el Obelisco llegó a París un 23 de diciembre. El Rey Luis Felipe I tomó la decisión de erigir este monumento en la Plaza de la Concordia, sustituyendo el que había en honor a Luis XVI, decapitado tras la Revolución francesa. El Obelisco fue erigido a finales de octubre de 1836, siguiendo las órdenes del reconocido ingeniero Apollinaire Lebas.
Debemos tener en cuenta que era la primera vez que se vería públicamente a Luis Felipe I tras el atentado de Alibaud. Al no querer asumir el riesgo de quedar en ridículo ante un posible fracaso, tanto él como la familia quisieron seguir la operación desde el Hotel de la Marine. Una vez erigido el Obelisco en el pedestal, y tras el aplauso de la multitud que allí se albergó, apareció en el balcón. Como dato curioso, en el alto pedestal quedaron reflejados los métodos que se llevaron a cabo para el transporte de este monumento, así como su colocación.