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La región de Kara, al norte de Togo, junto a la frontera con Benín, acoge el territorio del pueblo batammariba. Sus 50.000 hectareas de naturaleza prácticamente virgen reciben el nombre de Koutammakou, y solo allí es posible admirar una de las construcciones más singulares del continente africano: las takienta. Se trata de casas construidas completamente en barro, con forma cuadrada y que se distinguen por la inclusión de torres cuyos techos, en ocasiones, se forra con paja. Con forma de pequeños castillos o fortificaciones, solo tienen una apertura, reflejo del espíritu guerrero ancestral del pueblo batammariba, que lo usaron durante siglos para defenderse de otras tribus y, ya en el siglo XIX, de los colonizadores alemanes. Delante de las casas, consideradas el símbolo de Togo, se encuentran objetos que garantizan la protección de los espíritus. Las torres hacen las veces de granero, mientras que el interior de las viviendas se divide en dos plantas, reservando una para el ganado y la cocina. Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2004, es posible empaparse de la tradición, ya que los habitantes son conscientes de la riqueza que supone para el pueblo el turismo, de ahí que hayan organizado visitas en las que interactúan con los turistas. Lo tradicional es que ofrezcan instrumentos musicales rústicos como recuerdo y, además, comercializan los huevos de pintadas, que crían desde hace siglos en las aldeas junto al río Keran. La aldea de Nadoba es la más visitada, incluyendo espacios ceremoniales para ritos funerarios e incluso catacumbas. Llegar no es fácil, en tanto que las infraestructuras de Togo no son las mejores. El aeródromo más cercano a la aldea es el que se encuentra a pocos kilómetros de Kandé, y también se puede llegar en 4x4, desde esta ciudad o desde Kara, la localidad principal de la región. Si se puede elegir, el mejor día para ir a Nadoba son los miércoles, cuando se celebra el mercado semanal. Será una experiencia inolvidable.