SÍNTOMA DE AVERÍA
El buen estado del refrigerante de nuestro motor es básico para que éste pueda operar con normalidad. Un circuito de refrigeración defectuoso puede ser el desencadenante de averías muy importantes, por lo que cuidarlo es siempre una buena idea
El motor de nuestro coche se puede considerar algo así como el "corazón" de su funcionamiento, una combinación de cientos de piezas cuya principal misión es transformar la energía química del combustible en movimiento. En este complejo sistema mecánico, la lubricación y la refrigeración juegan un papel crucial para mantener su buen funcionamiento. La lubricación adecuada garantiza que las piezas móviles dentro del motor puedan deslizarse suavemente, reduciendo la fricción y el desgaste prematuro.
Por otro lado, los sistemas de refrigeración disipan el calor generado por la combustión y la fricción, evitando el sobrecalentamiento del motor y preservando su rendimiento óptimo. Sin estos sistemas de apoyo, el motor estaría destinado a sufrir un desgaste acelerado y averías muy importantes, hasta el punto de que si falla uno de estos dos sistemas, un motor puede estropearse en cuestión de minutos. Es por ello que todos estamos obligados a realizar cada cierto tiempo un cambio de aceite, pero...¿qué sucede con el sistema de refrigeración?
El sistema de refrigeración es uno de los grandes olvidados dentro de los programas de mantenimiento de los coches. La inmensa mayoría de usuarios creen que este elemento no necesita ninguna operación de mantenimiento y que el líquido refrigerante es, básicamente, eterno. Nada más lejos de la realidad: el sistema de refrigeración también necesita de nuestra atención, y, de hecho, con un vistazo rápido bajo el capó podemos ser capaces de diagnosticar algunas averías potenciales que pueden costarnos un buen puñado de euros si no se atajan a tiempo.
El color del líquido refrigerante es un muy buen indicativo de la salud de todo el sistema. El líquido refrigerante suele estar formulado haciendo uso de alcoholes y glicoles, con una temperatura de congelación más baja que el agua y una temperatura de ebullición mucho más alta que el agua. Además, cuentan siempre con colores vivos y llamativos como rojos, amarillos, verdes o amarillos. Observar el color es una manera fácil y rápida de diagnosticar que el sistema de refrigeración se encuentra en buen estado.
Y es que si aprecias un color apagado, amarronado, turbio o muy oscuro, es hora de activar las alarmas: con casi total probabilidad el sistema de refrigeración de tu coche tiene o ha tenido algún problema. Desde la utilización de agua del grifo y la posterior oxidación del bloque motor hasta la mezcla de diferentes anticongelantes, son muchas las causas que pueden provocar que el refrigerante del coche se vuelva turbio. En caso de que te veas en esa situación, lo más recomendable es que acudas al taller lo antes posible: tal vez con una simple limpieza del circuito lo soluciones, tal vez tengas que sustituir alguna pieza pero, sobre todo, evitarás que el problema se haga más grande y más caro.