FRANCIA
Hora de viajar a Francia para conocer la sorprendente Basílica de Santa María Magdalena de Vézelay. ¡No te dejará indiferente!
Ponemos rumbo a Vézelay, en Francia, para conocer la historia que esconde una de las edificaciones religiosas más sorprendentes que podemos encontrar en ese país. Estamos hablando, cómo no, de la conocida como Basílica de Santa María Magdalena. No solamente destaca por sus esculturas y su arquitectura románica, sino también por haber sido testigo de numerosos hechos históricos como es el caso de la Revolución francesa.
Para conocer su historia, debemos viajar hasta el año 1037. Geoffroy, que por aquel entonces era abad de Vézelay, ordenó la construcción de este templo, dedicando su culto a María Magdalena. Esto provocó que, poco tiempo después, estuviéramos ante un lugar de peregrinación, lo que supuso un gran desarrollo y prosperidad para el pueblo.
Algunos peregrinos eran realmente conocidos. Desde Hugo II, duque de Borgoña, y su corte, pasando por Bernardo de Claraval, Felipe Augusto y Ricardo Corazón de León o, incluso, Luis IX de Francia. Esto provocó que, con el paso de los siglos, Vézelay pasara a ser un punto de encuentro entre miles de peregrinos.
Dadas las circunstancias, el abad Artaud dio un paso más allá en 1096. El objetivo era claro: ampliar la abadía para ganar espacio para los fieles. Además, se construyeron un coro y un crucero del que, en la actualidad, solo se conserva esa nave. Un año a destacar es 1120, cuando la Abadía se incendió y se derrumbó. Una desgracia que provocó la muerte de unas 1127 personas. ¡Fue una tragedia!
Años más tarde, y hasta 1138, se llevó a cabo la construcción de una nueva nave mientras que, en 1185, se construyó no solamente un nuevo coro, sino también un crucero, en esta ocasión de estilo gótico. Los franciscanos decidieron instalarse en este lugar en 1217 y, tiempo después, el declive de este templo era evidente.
Y todo porque se encontraron nuevas reliquias de Santa María Magdalena en Saint-Maximin-la-Sainte-Baume. Siglos más tarde, el templo pasó a ser una iglesia parroquial e, incluso, llegó a ser vendido como un bien nacional. Fue en 1840 cuando se decidió restaurar esa edificación original. Era evidente que estaba en un estado ruinoso y deplorable.
Entre otras cuestiones por el saqueo de los hugonotes (1569), lo destrozadas que estaban las esculturas e, incluso, la caída de un rayo en la torre de San Miguel en 1819 por la que quedó derruida. El proceso de restauración concluyó en el año 1876, por lo que se reintegraron las reliquias de la Santa y volvieron a recuperar esa peregrinación que creyeron perdida y que volvería a ser paralizada en 1919, reactivándose un año después, cuando se le otorgó el rango de basílica.