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Visitamos la capital de Sajonia

Dresde, la belleza de una ciudad destruida por la guerra

Las almas más rotas son las más bellas y puras en muchas ocasiones. Eso es lo que ocurre con Dresde, la capital de Sajonia, uno de los lugares más especiales de Alemania, que muchas veces pasa desapercibido. ¡Descúbrelo!

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Cada ciudad, cada pueblo, cada pequeña aldea tiene su alma. Un conjunto de todo lo que esos muros y esas calles han vivido, de los horrores que han presenciado y de la felicidad que han acogido, de los rostros que han paseado entre sus edificios, de los reencuentros y las despedidas. Todo lo que ocurre en un lugar, desde el suceso más insignificante hasta aquello que lo cambió todo, queda para siempre recogido en su esencia, en su ambiente, y forma parte de él durante toda la eternidad.

Es ese alma de las ciudades la que transmite sensaciones y sentimientos que nos hacen enamorarnos más o menos de ella. Y como ocurre con las de las personas, en muchas ocasiones son las almas más atormentadas, las que más atacadas y heridas han sido, las que nos regalan las mejores experiencias y son capaces de llegar a lo más hondo de nuestro corazón. Precisamente esto es lo que ocurre con Dresde, una de las ciudades alemanas más desconocidas para el mundo y, sin duda alguna, una de las más especiales que visitarás a lo largo de tu vida.

Es la capital de Sajonia y en ella se han vivido algunos de los episodios más importantes de la historia de Alemania, pero esta ciudad superviviente continúa pasando desapercibida para muchos viajeros. Una vez descubras lo que se esconde tras el negror de sus muros, el ambiente nostálgico y el propio casco antiguo de Dresde no pensarás en otra cosa que en visitarla y en rendirla homenaje.

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Paseando por sus calles y mirando embobado algunos de sus impresionantes edificios, cuesta creer que esta preciosa perla haya sido reconstruida en más de una ocasión. Como el ave fénix, Dresde ha renacido de entre sus cenizas y lo ha hecho con más fuerza que nunca. Porque, como decimos, son las almas más atormentadas y destrozadas las que mejor acogen a quien busca un refugio y las que acaban brillando más.

Primero un incendio y más tarde los bombardeos sufridos durante la Segunda Guerra Mundial acabaron con la ciudad en gran parte. De hecho, los efectos de la guerra siguen apreciándose en sus fachadas y en algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Si paseas entre sus fotos verás cómo sus paredes tienen un tono oscuro que puede hacerte pensar que se trata de suciedad, pero la realidad es que ese es el rastro que dejaron los bombardeos, la pólvora. Una cicatriz que, una vez sanada, nos recuerda todos los horrores vividos por Dresde.

Lo mejor de esta maravillosa ciudad, además de ella en si misma, es que podrás visitarla en muy poco tiempo. Eso no significa que no tenga mucho que ver, al contrario, podrías pasar semanas perdido entre sus calles, pero si no tienes demasiado tiempo Dresde te da la oportunidad de ver sus monumentos principales en poco más de un día.

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En tu paseo no puedes olvidarte de pasar por el lugar más emblemático de Dresde: la Frauenkirche, también conocida como Iglesia de Nuestra Señora. Su enorme cúpula te dejará sin palabras incluso si la ves desde la lejanía y su interior repetirá esta operación: el blanco inmaculado y un maravilloso órgano son los protagonistas. Como ocurre con otros edificios de la ciudad, fue destruido en uno de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y reconstruido más tarde, con una última modificación en 2005.

Otra de las iglesias que no puedes olvidarte de visitar es la Catedral de la Santísima Trinidad, en alemán Hofkirche. Como viene siendo costumbre en esta ciudad, también fue destruida durante uno de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y reconstruida unos años más adelante. Junto a ella encontrarás uno de los edificios más emblemáticos e impresionantes de este casco antiguo de Desde: la Semperoper.

Esta ópera, considerada la más importante de Alemania y una de las principales de Europa, ha vivido entre sus muros estrenos de piezas de grandes como Wagner y Strauss y también ha tenido que ser reconstruida en varias ocasiones, primero tras ser pasto de las llamas y después por los efectos de otro de los bombardeos de los que hablábamos.

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A esto es a lo que nos referíamos cuando afirmábamos que Dresde es como el ave fénix que renace de sus cenizas. Después de lo que ha sufrido la ciudad a lo largo de su historia, de los duros golpes que ha recibido y de todas las veces que ha sido destruida de una manera o de otra, Dresde ha logrado erigirse de nuevo y seguir brillando tanto como siempre, sin olvidar sus sombras.

Otra de las maravillas de esta ciudad alemana es la Terraza de Brühl, perfecta para los amantes de la fotografía y para un rato más relajado. Por supuesto, no puedes olvidarte de pasar por la parte más moderna de Dresde, desde la que también podrás tomar preciosas imágenes del ‘skyline’ del casco antiguo, así como apreciar la magia del mismo.

Dresde es una ciudad para pasearla, para perderse por ella, para escuchar los muros de sus edificios y las risas de sus habitantes. Una ciudad para vivirla sin prisa, pero sin pausa. Una parada obligatoria si viajas a Alemania. Pero antes… Una advertencia: un pedacito de ti quedará para siempre en ella.