JAÉN
Si hay algo que caracteriza a Jaén es la cantidad de leyendas que podemos encontrar. Una tiene relación con la cueva del tesoro de la Puerta de Baeza. ¡Espectacular!
Jaén es, sin lugar a dudas, una de las ciudades andaluzas más bonitas y más desconocidas que podemos encontrar en la comunidad autónoma. Es evidente que esta provincia jamás deja de sorprendernos, en todos los sentidos. ¡Y siempre nos gusta adentrarnos en ella!
Si hay algo que caracteriza a Jaén es, sin lugar a dudas, el gran número de leyendas que podemos encontrar. Una de las más sorprendentes y a la par más desconocidas para algunos tiene que ver con la leyenda de la cueva del tesoro de la Puerta de Baeza. Una historia que, desde luego, no te dejará indiferente.
Muchas son las leyendas jienenses que hablan de cuevas o galerías que esconden tesoros y que deben ser respetados si no quieren tener gravísimas consecuencias. En la plaza de los Huérfanos de la ciudad de Jaén antiguamente se ubicaba una de las puertas de la muralla, conocida como la de Baeza.
En la actualidad tan solo quedan unos pocos cimientos, pero lo cierto es que sí alberga una de las leyendas más consagradas de Jaén. Estamos hablando de un tesoro que, probablemente, pertenecía a la familia judía que habitaba esa casa, a la que prometieron volver para recuperar sus propiedades tras la expulsión de los judíos de la ciudad.
Se dice que unos ganaderos tomaron la decisión de pasar la noche en una casa situada cerca de la plaza de los Huérfanos. La dueña aceptó por la retribución tan generosa, por lo que los pastores terminaron alojándose en el sótano como ellos deseaban. A medianoche, la hija de los dueños se despertó al oír unos susurros un tanto extraños que venían del sótano.
Sin hacer mucho ruido bajó hasta esta parte de la casa y sin que esos pastores se percataran de su presencia, observó cómo pronunciaba unas palabras en un idioma que no conocía con una vela encendida. Cuando terminaron de pronunciar esas palabras y de hacer ese extraño ritual, en los muros se abrieron. Los huéspedes entraron por esa grieta cargados de joyas, monedas y otros tantos objetos de alto valor.
Una vez apagaron la vela, esa brecha que surgió en el muro se cerró. Los pastores, a la mañana siguiente, abandonaron la casa. La joven, a pesar de que las palabras fueran emitidas en otro idioma, decidió memorizarlas y esa misma noche pidió a su madre bajar al sótano. Encendió la vela que habían usado los ganaderos y, al pronunciar esas palabras, el muro volvió a abrirse.
La madre se quedó sosteniendo esa vela mientras que su hija entraba con sigilo a la cueva. El tiempo corría y la madre advertía que la vela estaba a punto de apagarse, por lo que debía coger cualquier cosa y salir corriendo antes de que fuera demasiado tarde. La joven no pudo reaccionar a tiempo y la cueva poco a poco se cerró con ella dentro ante la atenta mirada de su desesperada madre.